El Libro de los Proverbios recoge una serie de enseñanzas que son fruto de la experiencia de los hombres porque reflejan la vida misma.
Al tratar la vanidad, habla de las personas que se empeñan en hacer muchas cosas, una detrás de otra, pero que cuentan poco con Dios.
Se esfuerzan lo más grande, pero al no contar con el Señor no tienen todo el fruto que deberían y, humanamente, lo pasan mal y se lo hacen pasar mal a los demás.
Por eso dicen los Proverbios: ¿Qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el sol?
Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También esto es vanidad.
Detrás de esta enseñanza hay mucha experiencia porque puntualiza mucho.
LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
Teóricamente sabemos que Dios es quien hace las cosas. Eso lo hemos predicado y aconsejado muchas veces, y lo seguiremos haciendo porque es la realidad.
Pero, luego, en la práctica actuamos como si eso fuera relativo. No falso sino relativo.
Creemos firmemente que la gente responde por las cosas que les decimos o que las cosas salen adelante por nuestro esfuerzo infinito, no tanto por la gracia de Dios. Por supuesto que hay que contar con ella, pero sobre todo, lo importante es moverse.
Las personas así actúan como diciendo: hay que obedecer a Dios, lo quiera Dios o no. Lo importante es tirar del carro apretando los puños y los dientes, ir hacia adelante pase lo que pase y caiga quien caiga. El Señor, en la práctica, cuenta más bien poco.
UNA CONCIENCIA TRANQUILA
Todo el mundo busca tener la conciencia tranquila. Es lógico porque se vive mejor sin remordimientos.
Lo interesante es descubrir qué es lo que nos tranquiliza la conciencia. Para muchos, lo que más les tranquiliza es tener todo hecho y no fallar. Además, así se consigue también que los demás piensen bien de nosotros.
Y, cuando fallan o no se llega a todo, pierden la tranquilidad e intentan por todos los medios resolverlo sin contar mucho con Dios.
CUMPLIR POR CUMPLIR
Las personas así luchan para hacer todo bien y poder dar cuenta positiva de lo que hacen. No se paran a pensar si todo eso les une más a Dios o no.
Buscan cumplir con lo teóricamente establecido, da igual de lo que se trate, ya puede ser hablar con una persona, acompañar a alguien, cambiar una bombilla o ir a Misa. Por encima del amor a Dios está la tranquilidad del deber cumplido.
ADORADORES DEL ESFUERZO
Debemos tener siempre presente que la mayoría de las cosas buenas que tenemos son regaladas. Pero, los hombres, inconscientemente, tendemos a valorar solamente lo que hace cada uno.
Un hombre tenía un hijo muy laborioso y bueno: ese muchacho se levantaba con el alba y trabaja de sol a sol. Pero la tierra que cultivaba era mala y no disponía de más instrumentos de labranza que un burro viejo y achacoso, que más que ayudarle le daba trabajo.
Estando el padre de viaje, llegó a la casa el Rey del país. Pero no lo reconocieron porque llevaba vestiduras normales, y hablaba como ellos, pero un poco más culto.
Como la familia era muy buena lo invitaron a cenar, y a que descansara esa noche. El Rey pudo enterarse de los apuros económicos que pasaban, de la falta de instrumentos adecuados, y de lo mucho que se esforzaban todos en aquella casa.
El Rey se enterneció al oír sus preocupaciones. Se compadeció y, antes de marcharse, les dejó lo más valioso que llevaba a mano, un anillo con un brillante. Pensó el Rey que con aquello podrían comprar aperos de labranza y material para la despensa, y hacer el arreglo del tejado.
Al cabo de unos días volvió el padre, y le hablaron del forastero que habían tenido alojado. Y le enseñaron el anillo que les dejó, en agradecimiento.
El padre de familia lo examinó detenidamente, estudió la piedrecita, y tiró el anillo a las gallinas, mientras con mucha sabiduría dijo: —Hijo, nada que no se consiga con esfuerzo puede ser bueno.
Sin lugar a dudas en el siglo XX, hubo muchos adoradores del esfuerzo, que no necesitaron de Dios. Para la salud tenían medico especialistas, para el confort el estado de bienestar. Pero queda el alma... Para el alma estaban los psiquiatras.
VIVIR EN TENSIÓN, CON OJERAS Y DE LOS NERVIOS.
Una vida así es poco apetecible. Se vive en continua tensión, sin paz para uno mismo ni para los demás. Para conseguir unos objetivos son capaces de dormir poco y sufrir como nadie pudo haber sufrido antes.
Se exigen y exigen tanto que parece cosa inhumana. No descansan ni dejan descansar. Buscan tanto lo humano que la propia persona se hace inhumana. Al ser tan poco sobrenaturales, su fruto es la ineficacia.
Pretenden que todo el mundo siga su ritmo. Hay quien lo aguanta una temporada, otros no. Y si alguien no entiende que haya que seguir ese ritmo, entonces se escandaliza y se enfada.
Si la que no lo entiende está por debajo de ella, no le hace caso y ya está. Pero si está por encima, la critica y llega a la conclusión de que no la entienden.
Se ponen nerviosas si las cosas no salen como ellas piensan. Y es muy raro que cedan. Si lo hacen es porque no queda otra.
Nunca están contentas con lo que tienen. Y nunca lo estarán, porque cada persona es distinta, y no lograrán que sean como ella, por eso se quejan y protestan con frecuencia.
Como no tienen rectitud, un comentario favorable las traslada al olimpo de los dioses. Y uno desfavorable las hunde en la miseria. Viven de comentarios tipo: fíjate ésta qué sacrificada es, así da gusto.
Se sacrifica, en parte, para que alguien se de cuenta. Y, por si acaso y para amarrar, lo van diciendo por ahí y así no hay duda de lo que le cuestan las cosas.
CALIDAD DE VIDA
Si una persona está en tensión, no duerme, se enfada mucho, se agita y no es feliz, tiene ojeras y está de los nervios, la solución no es el suicidio sino contar más con el Señor. Porque, en el fondo desconfían de todo lo que no sea propio, también de Dios.
El Señor ayuda a los necesitados. A los no necesitados también les ayuda, pero estos echan los regalos de Dios a las gallinas.
No se dan cuenta de que, si cuentan con el Señor, además de haber fruto, van a mejorar bastante su calidad de vida.
Por eso, sigue diciendo el Libro de los Proverbios: No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas.
Yo veo que también esto viene de la mano de Dios, pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios.
Todo lo bueno depende de Dios, también la bondad y calidad de una vida.
Porque a quien le agrada, da El sabiduría, ciencia y alegría; más al pecador, da la tarea de amontonar y atesorar para dejárselo a quien agrada a Dios (Prov 2,22-26).
CONTAR CON DIOS
Vale la pena, hasta humanamente, contar con Dios. Y mucho más cuando Jesús está continuamente a nuestro lado para echarnos una buena mano con su gracia. Sería absurdo no utilizar la ayuda que quiere darnos en cada momento. ahora mismo está con nosotros.
Porque ha hecho cosas grandes e mí. Pidámosle a nuestra Madre que nos fiemos más de Dios, que contemos más con él. Que le dejemos hacer porque, además, así se vive mejor.
FUENTE: forodemeditaciones.blogspot.com/
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