Por Susana Andrade - Atabaque-Espacio 609
La restricción legal que impediría a los canales de televisión emitir imágenes y audio con determinado contenido calificado como no apto para menores de 18 años no se respeta muchísimas veces en nuestras pantallas.
No hablo sólo de sexo, sino de violencia descarnada y en los dos ítems incluyo de mi cuenta los informativos que resultan más fuertes a veces que cualquier película prohibidísima.
En cuanto a las transgresiones al código de la niñez que se reiteran, no sé si será el gran remedio pero estaría bueno poner gente en estas fiscalizaciones, especialmente dedicada a mirar canales de TV en busca de tales arremetidas contra las normas de protección al público menor de edad -las encontrarían enseguida, suceden a cada rato- y no sólo penalizar con multas potentes en monto económico, sino además cortar las emisiones de los programas que violen dicha reglamentación.
Comparemos: cuando sucedió uno de los tantos desnudos eróticos frente a niños en los Tinellis bailantes y sus derivados, al responsable al otro lado del río le amenazaba la pena de cien mil dólares más el levante del programa por unos días, mientras acá por lo mismo se estudiaba aplicar multa de cincuenta unidades reajustables, suma que no llega a veinte mil pesos o sea ochocientos y pocos dólares. Cualquier canal de TV uruguayo se mata de la risa de pagar eso porque gana mucho más con lo mismo que se pide que no muestre a menores que pueden estar solos en su casa en horarios de trabajo de quienes los tienen a su cargo. En cambio si hablamos de cien mil dólares y quitar el programa del aire, la cosa cambia.
Otro elemento de riesgo social en manos de infantes sin supervisión de mayores son los teléfonos celulares y el uso de Internet. De seguro no podremos atacar todos los frentes en la salvaguarda de la más tierna integridad emocional de nuestros hijos, sin embargo, debemos ser celosos en procurar las mayores prevenciones posibles. La inocencia vivida como una etapa que todos tendríamos derecho a disfrutar, nos prepara para una vida de relación sana y sin distorsiones de la personalidad.
Ya que los indicadores dan altísimos ratings para la guaranguería y la sobreexposición del físico y el lenguaje obsceno, consagrando la cuestión vulgar que incita a no pensar y al fin degrada, dejemos eso para quienes se supone que ya saben lo que hacen y al menos demos chance a los pequeños a que se formen con otras perspectivas. De la guerra de la televisión extranjera con la nacional ni hablemos. De la falta de trabajo que soportan los artistas uruguayos por la invasión de enlatados, tampoco, y de la extranjerización que sufre nuestra cultura vernácula por la desigual intromisión de espacios en la tele que obviamente provienen de otras costumbres, tampoco. Hay bobería generalizada a toda hora y no hay control de contenidos, lo cual a primera vista parece democrático.
Seguimos fomentando este mercado de abusos en franco crecimiento donde manda el dinero y el apogeo económico garantiza la perpetuidad de la chabacanería disfrazada de entretenimiento, donde se confunde humor con simple ordinariez. Si ese tipo de presentaciones tiene muchos telespectadores, está bien que se brinden a su público en un horario determinado, nadie habla de censuras aunque con respecto a proteger la minoridad las ameritarían, yo le llamaría "diligencia del buen padre de familia" en lenguaje judicial. El Estado después de todo interviene cuando se trata de la salud de la población como el caso del cigarrillo o la bebida que no se permite vender a menores.
Nada de que poniendo organismos controladores se erradica por completo el mal hábito de pasarle por encima a la normativa específica, tampoco digamos que el llamado "horario de protección" es garantía de salud mental en los adultos de mañana. Es una de las mínimas cautelas que podemos tomar en el cuidado y formación de la población infantil y púber, haciendo caso responsablemente a estas reglamentaciones hacemos honor al trabajo de muchas horas de mucha gente especializada en el tema. Si se está atento a las irregularidades, seguramente mermarán las "vivezas" de quienes practican el desprecio por la sensibilidad de los más chicos, que al parecer no tienen hijos o no los dejan mirar televisión, probablemente.
En algunos países como España y México, existen códigos de autorregulación para proteger a los menores que ven la tele, suscritos por el Gobierno y las cadenas audiovisuales, públicas y privadas, hay observatorios de contenidos televisivos, incluso hay horarios de superprotección. Acá el INAU hace lo que puede y mientras tanto pasa lo que pasa y se siguen mostrando desbordes inadecuados para nuestros gurises a toda hora. Y hacen capote dichos programas livianitos de ropa y desde la vecina orilla en Uruguay sin que nadie se inquiete, hasta parecer querer transformarnos en provincia de la vulgaridad entretanto nos hacen creer que Argentina es sólo eso.
No hablo sólo de sexo, sino de violencia descarnada y en los dos ítems incluyo de mi cuenta los informativos que resultan más fuertes a veces que cualquier película prohibidísima.
En cuanto a las transgresiones al código de la niñez que se reiteran, no sé si será el gran remedio pero estaría bueno poner gente en estas fiscalizaciones, especialmente dedicada a mirar canales de TV en busca de tales arremetidas contra las normas de protección al público menor de edad -las encontrarían enseguida, suceden a cada rato- y no sólo penalizar con multas potentes en monto económico, sino además cortar las emisiones de los programas que violen dicha reglamentación.
Comparemos: cuando sucedió uno de los tantos desnudos eróticos frente a niños en los Tinellis bailantes y sus derivados, al responsable al otro lado del río le amenazaba la pena de cien mil dólares más el levante del programa por unos días, mientras acá por lo mismo se estudiaba aplicar multa de cincuenta unidades reajustables, suma que no llega a veinte mil pesos o sea ochocientos y pocos dólares. Cualquier canal de TV uruguayo se mata de la risa de pagar eso porque gana mucho más con lo mismo que se pide que no muestre a menores que pueden estar solos en su casa en horarios de trabajo de quienes los tienen a su cargo. En cambio si hablamos de cien mil dólares y quitar el programa del aire, la cosa cambia.
Otro elemento de riesgo social en manos de infantes sin supervisión de mayores son los teléfonos celulares y el uso de Internet. De seguro no podremos atacar todos los frentes en la salvaguarda de la más tierna integridad emocional de nuestros hijos, sin embargo, debemos ser celosos en procurar las mayores prevenciones posibles. La inocencia vivida como una etapa que todos tendríamos derecho a disfrutar, nos prepara para una vida de relación sana y sin distorsiones de la personalidad.
Ya que los indicadores dan altísimos ratings para la guaranguería y la sobreexposición del físico y el lenguaje obsceno, consagrando la cuestión vulgar que incita a no pensar y al fin degrada, dejemos eso para quienes se supone que ya saben lo que hacen y al menos demos chance a los pequeños a que se formen con otras perspectivas. De la guerra de la televisión extranjera con la nacional ni hablemos. De la falta de trabajo que soportan los artistas uruguayos por la invasión de enlatados, tampoco, y de la extranjerización que sufre nuestra cultura vernácula por la desigual intromisión de espacios en la tele que obviamente provienen de otras costumbres, tampoco. Hay bobería generalizada a toda hora y no hay control de contenidos, lo cual a primera vista parece democrático.
Seguimos fomentando este mercado de abusos en franco crecimiento donde manda el dinero y el apogeo económico garantiza la perpetuidad de la chabacanería disfrazada de entretenimiento, donde se confunde humor con simple ordinariez. Si ese tipo de presentaciones tiene muchos telespectadores, está bien que se brinden a su público en un horario determinado, nadie habla de censuras aunque con respecto a proteger la minoridad las ameritarían, yo le llamaría "diligencia del buen padre de familia" en lenguaje judicial. El Estado después de todo interviene cuando se trata de la salud de la población como el caso del cigarrillo o la bebida que no se permite vender a menores.
Nada de que poniendo organismos controladores se erradica por completo el mal hábito de pasarle por encima a la normativa específica, tampoco digamos que el llamado "horario de protección" es garantía de salud mental en los adultos de mañana. Es una de las mínimas cautelas que podemos tomar en el cuidado y formación de la población infantil y púber, haciendo caso responsablemente a estas reglamentaciones hacemos honor al trabajo de muchas horas de mucha gente especializada en el tema. Si se está atento a las irregularidades, seguramente mermarán las "vivezas" de quienes practican el desprecio por la sensibilidad de los más chicos, que al parecer no tienen hijos o no los dejan mirar televisión, probablemente.
En algunos países como España y México, existen códigos de autorregulación para proteger a los menores que ven la tele, suscritos por el Gobierno y las cadenas audiovisuales, públicas y privadas, hay observatorios de contenidos televisivos, incluso hay horarios de superprotección. Acá el INAU hace lo que puede y mientras tanto pasa lo que pasa y se siguen mostrando desbordes inadecuados para nuestros gurises a toda hora. Y hacen capote dichos programas livianitos de ropa y desde la vecina orilla en Uruguay sin que nadie se inquiete, hasta parecer querer transformarnos en provincia de la vulgaridad entretanto nos hacen creer que Argentina es sólo eso.
FUENTE: http://www.larepublica.com.uy/editorial/349619-proteccion-al-menor-en-television-es-irrespetada?nz=1
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